"Decían ser como nosotros y representarnos, pero constituyeron una clase, una clase privilegiada, defensora de unos intereses alejados y enemigos de nuestros intereses."

Por una revolución democrática en Europa

Por una revolución democrática en Europa (I): las causas

1 de junio de 2010.

DAMIÁN RUIZ http://www.elmanifiesto.com

Europa es, hoy en día, un gran sistema rígido y asfixiante plagado de políticos, burócratas y subvencionados. La gran mayoría de la sociedad trabajamos, los que podemos, para mantener a toda esta curia de elementos que se dedican a producir artificios de ingeniería social con la única intención de crear modelos de convivencia basados en la anulación de la identidad cultural, la desestructuración familiar y un individualismo atroz generador de patologías.

¿Cuál es su intención? Su única intención es el consumo. A las clases media-baja y baja se les crean grandes centros comerciales con cines multi-salas para que deambulen los fines de semana y compren. Las clases media y media-alta deben estar atrapadas por su continua necesidad de proyección material del éxito personal y profesional conseguido y las clases altas deben vivir en una soporífera endogamia llena de elementos de lujo y superficialidades anodinas.

Por otra parte la impuesta multiculturalidad europea debe servir como ejemplo para la progresiva globalización de las diferentes sociedades mundiales. La cuestión estriba en bajar el perfil hasta el punto de que la identidad propia desaparezca y así las nuevas, llegadas con la inmigración, puedan instalarse cómodamente sin hostilidad. Posteriormente ya se encargará el Estado laico de reducir el perfil de estas culturas hasta que queden en pura anécdota folklórica o en peculiar vestimenta. Por lo tanto todos estamos condenados a rendirnos al beligerante laicismo.

El problema estriba en que los europeos estamos ya muy amansados, atenazados y amenazados por la mayoría de los políticos que nos gobiernan y por los medios de comunicación que les siguen y que convierten cualquier voz políticamente incorrecta o disonante con las directrices marcadas en signo de extremismo o intolerancia. Por lo tanto no hay posibilidad de escape, pero eso es tanto como decir que no hay democracia.

Y esa es la realidad, la democracia no existe porque el ciudadano en último término no decide cómo quiere que sea la sociedad en la que vive. Simplemente se limita a votar a un partido cuya variabilidad con el opuesto es de un más menos diez por ciento del programa.

Por ejemplo, ¿ustedes creen que es posible recuperar el principio de autoridad en la escuela o en la familia? Ya les digo que no. No lo van a permitir nunca. ¿Por qué razón? Pues por la sencilla cuestión de que eso generaría individuos estructurados, responsables y exigentes. ¿No es mucho mejor entonces que accedan a las drogas, se salten todos los límites y no haya elementos de autoridad ni referencia en sus vidas? Claro, de esta manera en el futuro serán mucho más manejables, ansiosos, neuróticos, inestables y lo que es más importante tendrán un pensamiento débil y serán compradores compulsivos.

Por tanto no se preocupen, nadie va a poner orden en este tema.

Otro asunto: ¿creen que es posible hacer algo por recuperar la identidad cultural europea? En absoluto. A partir de ahora cualquiera que lo pretenda o insinúe pasará a ser considerado inmediatamente como un extremista, por muy humanista, por ejemplo, que pueda ser. Ningún ciudadano tendrá el derecho a reivindicar su tradición, sus símbolos o su identidad cultural porque ello se opondría a la progresiva dilución del sentido de comunidad que es necesaria, de nuevo, para debilitarnos uno a uno y por supuesto como colectivo.

¿Para qué están entonces la mayoría de los políticos y los burócratas europeos?

Básicamente para adoctrinarnos, manipularnos, amansarnos y succionar todo nuestro esfuerzo productivo en aras de una supuesta “mejor sociedad” en la que todo se va desestructurando progresivamente mientras un sector constituido por ellos y sus acólitos viven a costa de lo que podríamos llamar el pueblo, es decir de la gran mayoría silenciosa.

El problema fundamental de todo esto es que vamos deteriorándonos progresivamente como civilización mientras otras zonas del mundo aprovechan nuestra estupidez colectiva y nuestra infinita tolerancia social para desarrollarse subrepticiamente en todos los frentes: militar, político, económico y cultural. Además de, probablemente, crear las imprescindibles “quintas columnas” que en colaboración con algunos de nuestros gobiernos mantengan a los autóctonos europeos virtualmente sitiados.

Pero la solución a todo esto no pasa por repetir esquemas del pasado, ni por perder nuestras libertades sociales ni individuales, todo esto pasa por una auténtica revolución democrática que devuelva al pueblo la auténtica capacidad de decidir y que convierta a los políticos en gestores de las decisiones populares. Eso significa democracia directa en forma de referéndums, a todos los niveles, tanto municipales como nacionales, y que incluya la elección mucho más directa de nuestros representantes.

El sistema político actual no es más que en un engaño que facilita a una plaga de mediocres gobernar desde la más pura manipulación y demagogia a favor de sus intereses y de sus caprichos sociales olvidando, en muchos casos, la auténtica voluntad de los ciudadanos e incluso sus necesidades más elementales.

Pero para invertir este proceso de decadencia se necesita un líder, que habrá que encontrar o en su caso despertar, y un procedimiento tan inteligente como astuto, para superar las mezquinas trabas que continuamente se encontrará por parte de esa casta de privilegiados que juegan con nuestro esfuerzo y nuestro futuro. De eso escribiré en los próximos artículos.