"Decían ser como nosotros y representarnos, pero constituyeron una clase, una clase privilegiada, defensora de unos intereses alejados y enemigos de nuestros intereses."

Nuestra actitud a examen

Crisis nacional

En defensa de Zapatero

Florentino Portero. 3 de junio de 2010. http://www.libertaddigital.com/.


Supongo que es la consecuencia directa de la educación puritana que recibí en mis años mozos, pero reconozco que me parece repugnante el espectáculo de compañeros de partido, periodistas de medios afines y votantes de izquierda crucificando al presidente del Gobierno por ser responsable único, o en comandita con las pajines et. al., del desastre en el que nos encontramos. No es verdad y no es justo endilgar a Rodríguez Zapatero tamaña responsabilidad.


La vieja guardia socialista, con el ex presidente González a la cabeza, hace declaraciones despectivas contra el presidente olvidando que también ellos condenaron al paro al 20% de los trabajadores de este país, que entonces más que ahora floreció la corrupción, que estos lodos son el resultado de políticas que apoyaron o que consintieron con su silencio cómplice.

Los más jóvenes filtran informaciones a los medios de comunicación para marcar distancias con un cadáver maloliente. En un ejemplo de cinismo despreciable disculpan su apoyo por mor de su sentido de la responsabilidad. Para garantizar la estabilidad del Gobierno es fundamental que los diputados socialistas se mantengan unidos tras su líder, aunque no compartan sus puntos de vista. Pero este no es el caso. Los diputados socialistas han apoyado con pasión la política que nos ha llevado hasta donde nos encontramos y no me refiero sólo a la situación económica sino, y sobre todo, al daño infligido a la cohesión social y a la unidad del Estado. Se han comportado como lo que son, meros peones al servicio de unas siglas. Es el resultado de una ley electoral que para garantizar la estabilidad parlamentaria sacrifica la representación. Los diputados no son la correa de trasmisión de los ciudadanos que les han votado sino meros testaferros del partido que los ha incorporado a su lista de candidatos.

¡Cuántos periodistas y columnistas de los medios afines al Gobierno nos han acusado de "crispar" por advertir de lo que iba a ocurrir! Y ahora tienen la desfachatez de dar lecciones de sensatez al presidente por haber hecho lo que ellos defendieron durante años, descalificando a quienes apuntaban el peligro que se corría.

Decía Churchill que uno perdía la fe en la democracia después de charlar un par de minutos con un elector. Zapatero no es un dictador, aunque tampoco sea un ejemplo de demócrata. En dos ocasiones once millones de electores le han aupado a la poltrona presidencial. No vale decir aquello de "es que me ha engañado", porque después de cuatro años sólo un cretino, si se prefiere un tonto de solemnidad o de nación, podía ignorar de qué iba la fiesta.

Todos sabíamos lo que estaba ocurriendo y, por lo tanto, lo que iba a ocurrir. Se lo habíamos escuchado a Pizarro en el famoso debate electoral, al gobernador Fernández Ordóñez y al comisario Almunia tras las elecciones, a cientos de economistas en todo tipo de medios de comunicación. Estamos donde estamos –en el plano económico, político y social– porque una mayoría de españoles lo ha querido. Es indecente convertir al presidente en el mono de feria sobre el que dirigir todas las culpas. Es, siempre lo fue, un personaje irresponsable, visionario, voluntarista y peligroso. Pero si lo hemos elegido en dos ocasiones a pesar de dar muestras inequívocas de todo lo anterior, será porque los españoles nos sentíamos bien representados.





HABLANDO EN PLATA

24 de mayo de 2010. http://acratas.net/


Os voy a hablar claro, españoles: la mayor parte de vosotros sois una caterva de hijos de puta que no os ocupáis ni un minuto en vuestro prójimo, excepto cuando lo envidiáis. Y sólo unos pocos sois gente de bien. Por eso, los gobiernos mantienen el garrote en una mano mientras, con la ley en la otra, os esquilman como a siervos. Y es así, porque no entendéis otro lenguaje, ni respetáis otro derecho, que el respaldado por la coerción o por la fuerza bruta.

Como confundís la libertad política con la económica, y el derecho a deponer a vuestros gobernantes con el “pásalo” en un SMS; como cualquier mérito intelectual os resbala y no reconocéis más valor que el que otorga el dinero; como confundís el libre albedrío con el desmadre del botellón, las baladronadas, el sexo ligero y el fútbol, que sólo con eso ya estáis más contentos que los curados de cólera morbo; como, en vez de la sensatez de las ideas y la razón, preferís los mezquinos sentimientos, los símbolos excluyentes y las sobrevaloradas tradiciones pueblerinas; como cambiáis de opinión en lo político, en lo social y en lo económico caóticos como girasoles en un eclipse, y siempre en función de vuestros coyunturales intereses; como sois, en fin, así de ruines e indecentes, os merecéis la clase política que os gobierna, que os engaña y os chulea, y ante cuyos excesos sólo os cabe cambiar cada cuatro años de proxeneta que venda vuestros culos, que suele ser siempre peor que el anterior, porque sabe que vuestra única alternativa es el chulo cesante, que será aún más malo cuando regrese en consuetudinaria alternancia; y porque saben ambos que, en este proceso iterativo, vuestros culos están cada vez más dados de sí, y huelen cada vez peor.

Sabed que los políticos son y están obligados a ser siempre amorales porque, de no serlo, no llegarían al poder, y de llegar, lo perderían ipso-facto, víctimas de un atentado, una revuelta o un accidente; y también son amorales porque no es a la gente honrada a la que escogéis para que os lidere y dirija vuestros destinos, sino a una chusma delincuente, carne de juzgado, cuyos rostros, gestos y palabras apenas pueden ocultar el oportunismo, la indecencia y lo temporal de sus intereses personales, que siempre acaban por confundir con los de la cosa pública.

No es extraño que súbditos y políticos sean esclavos y lacayos, respectivamente, del poder financiero internacional, infinitamente más inteligente, organizado y despiadado, que sojuzga a unos y a otros mediante el arma inagotable del crédito a interés, esa monstruosidad que todos habéis asumido y disfrutado en tiempos de vacas gordas de modo manifiestamente irresponsable y egoísta, y ante el que ahora os sentís más asustados que novicias tras incierto corte de la regla.

Ahora que los excesos del mammonismo oligárquico financiero podrían poner en riesgo su autoridad y su absoluto control social, no duda éste en utilizar a los entrampados e insolventes partidos en el Gobierno y en la oposición para aprobar leyes injustas que ensanchan aún más el abismo entre los ricos y los explotados; y en emplear la coerción legal, la fuerza bruta o pandemias de diseño vírico-alarmista para la represión de los descontentos y los desesperados. Y saben que pueden obrar así porque sois cobardes, débiles, inconstantes y emocionalmente inestables. Que hasta cuando reaccionáis, y salís a protestar y manifestaros, lo hacéis blandamente; y se os ve más fuera de lugar que a las serpentinas en Semana Santa.

Por pura cobardía, no queréis daros por enterados de que España está administrada en realidad por una élite despótica, linajudo-financiera, convencida de que la civilización no es cosa de las masas, sino de quien las dirige. Una élite que os desprecia, sojuzga y explota, aunque se hagan retratar yendo a votar, como unos ciudadanos más; personajes que son capaces de mandar ejecutar sin piedad a quien se atraviese en su camino perfectamente trazado, mientras gritan hipócritamente: “¡Libertad, igualdad, fraternidad!” Pero ¿cómo van a creerse iguales que vosotros, si están infinitamente más formados, son más inteligentes, tienen más carácter y son mucho más decididos? ¿Cómo van a concederos la libertad si no sois capaces de organizaros para luchar por ella, si es que la llegáis a querer siquiera? ¿Cómo van a sentiros hermanos suyos si lo que les parecéis es bestias de tiro?

El mal de esta sociedad ovejuna es su falta de formación y su pereza para corregirla. Y ese mismo mal se extiende a los enlistados que los partidos extraen de entre los más sumisos del pueblo, y que son tiparracos con la misma avidez de notoriedad de las putas novatas. Razonad, cojones: Si para volar un aeroplano con 45 personas a bordo, de un aeropuerto a otro, se exige un título de comandante de aeronave y miles de horas de vuelo, ¿cómo es posible que para conducir los destinos de 45 millones de personas no haga falta ninguna clase de preparación? ¿Qué pensáis que es la democracia, más allá de la tolerancia y el consenso, o, como mucho, la imposición del criterio de la mayoría a las minorías? ¿Acaso no veis que el derecho a la democracia, como el derecho a ser padre, se tiene que adquirir con una cierta mínima formación personal, sabiendo al menos qué es y qué no es la democracia, y exigiéndola luego íntegra, sin tolerar un no por respuesta?

Como de vosotros depende, la III República Constitucional Española, que tendría que resultar de la consciencia, del esfuerzo y del sacrificio de todos los españoles, no será nunca; o peor: será falsa y estará dominada por las mismas castas de siempre. Porque, si no es en una democracia real cuyo control sea asumido cabalmente por todos los españoles, la facultad de elegir a los responsables del Gobierno y del Legislativo de la nación no es más que un señuelo para que el verdadero poder, mediante el uso de los medios formadores de opinión de que es propietario, los designe por vosotros, escogiendo a aquellos que son más corrompibles por su debilidad, por su ambición política, y por su codicia, herramientas éstas suficientes para controlar su voluntad y abortar cualquier atisbo de libertad del pueblo, porque ¡siempre sale más barato comprar que rogar!

No habrá, pues, ningún cambio político y social si no arranca desde millones de cambios personales que transformen a este pueblo lanar, más asiduo de la basura que el borde de una empanada, en una horda de hombres libres, guerrilleros peligrosos, a los que ya no sea posible engañar ni someter nunca más. Pero habré de terminar, y bien que lo siento, hablando tan claro como empecé: eso no va a sucederos jamás.